El milagro
La verdadera pregunta que rondaba por el boca en boca de todos los espectadores no era el cómo aquel niño se encontraba flotando en medio del cielo, sino cómo hacia para aguantar aquel clima tan espantoso con ese cielo sin nubes y el sol inclemente que no respeta ni las veraneras que a diario recibían su buena cantidad de agua. Seis meses de haber iniciado aquel milagro sin precedentes, el morbo había disminuido bastante, y tan solo podía olerse, muy levemente en el aire, las antorchas de una guerra santa donde cada religión proclamaba como suyo el milagro de aquel otro. En realidad, el verdadero milagro era que cualquiera pudiera verlo desde cualquier parte del mundo de forma instantánea: cámaras instaladas desde diferentes puntos trasmitían el fenómeno a toda la esfera. Y desde todas las universidades, ya se habían publicado los artículos científicos que respondían a la pregunta de como flotaba aquel niño. La única pregunta que no se había resuelto era el por qué, pero como a mucha