Cartafin
Hace bastante deje de soñar con el espacio. Durante mucho tiempo, fue la más efectiva rutina conciliadora para lograr dormir. Alejado por completo del mundo, desconectado, invadido por la nada. El silencio de la distancia y el resplandor de las estrellas iluminando detrás de mis ojos cerrados, mecían el mundo y lo calmaban hasta caer dormido. A lo largo de muchas noches, escaparme hacia allí era la mejor parte del día. Pero de eso hace mucho tiempo. Ahora, en lugar de sentir la tranquilizadora oscuridad de aquel vació imaginario, mi conciencia, suspendida en el infinito, se abruma por no distinguir si la oscuridad y el frío que ronda alrededor, como un fantasma, que cubre todo con un estela de miedo y angustia, son productos de este mundo real o del ficticio. De aquello hace mucho, más o menos desde el día que desperté. Fue una de esas noches de luna, en las que venus proyecta sobre su superficie la sombra de los toros. Me encontraba disfrutando de una velada de fiesta y comida; práct